SE DETIENE EL VIENTO
Por
Daniel H. Satori
Mi
amigo Eliu me miró con odio antes de soltarme una mordida. Días
después me marché. Anduve por
un tiempo, hasta sentir
que me alejaba lo suficiente. Estuve
feliz entre los árboles, las flores, el olor a tierra húmeda. Pensé
que me había equivocado que no era real ese presentimiento. En una
noche de tormenta encontré una cueva, fije mi nuevo hogar a la
orilla del bosque. Pasé varios días en la mayor tranquilidad.
Salía, únicamente para cazar, pensé en explorar más allá hasta
donde se veía las montañas azules.
Llegué
hasta donde pude avanzar,
donde el viento se detenía a pesar de que detrás de él el bosque
se agitaba. No podía
ver aquel obstáculo
capaz de detener el viento, no tenía olor y únicamente al lamerlo
podía ver como mi saliva escurría. Ese presentimiento de nuevo me
embargo. Era cierto, pensé de nuevo en ustedes y
supe por qué siempre éramos los mismos. Siempre estuvimos en un
mismo lugar, por eso no había otros como
Mi
presentimiento tomó
forma. Los vi andar en sus dos patas. Mirándome detrás de la maleza
del bosque. Intenté escapar pero sentí un ardor en una de mis
patas. Desperté rodeado de estas rocas grises y amargas. ¿Recuerdas
cuando desapareció padre? Mira esa marca, hermano, en aquella roca
lisa, es
de él. No fuimos libres, hermano.
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