DE HÉROES Y MONSTRUOS





                                                                Por: Francisco Güemes Priego

Un hombre, armado con una espada y un escudo entra decidido a una gruta iluminada con antorchas. Sus pasos son cautelosos, procura no mirar directamente, sino sólo a través de la superficie pulida de su escudo. Se escuchan pasos.

­          Perseo: ¡Sal, engendro del Hades, sé que estás ahí!

Medusa (con voz siseante): No saldré, que yo sea un monstruo no debe impedirte tratarme con respeto.

Perseo (con voz dulce): Está bien, hermosa doncella con cabellos de sierpe, ¿desea salir un momento?

Medusa sale a escena, Perseo protege sus ojos con su escudo.

Medusa: Ya ves, lo cortés no quita lo valiente, ¿a qué has venido?

Perseo: ¡A matarte!

Medusa luce contrariada.

Medusa: ¿Eso es lo que en verdad buscas? ¿Estás seguro?

Perseo (dubitativo): Sí… bueno…, creo que sí...

Medusa: ¿Mi muerte hará tu vida mejor?

Perseo permanece unos instantes en silencio, reflexivo.

Perseo: Pues…, pues… no… la verdad no.

Medusa: ¿No habrás venido aquí por otra causa?

Perseo baja la guardia, Medusa se acerca lentamente a él.

Perseo: ¿Cuál?

Medusa: ¿Te gusta tu vida?

Perseo niega con la cabeza.

Perseo: Hace rato que ando bien depre.

Medusa: Lo sabía, lo que tú quieres es dejar de sentir, de sufrir.

         Perseo asiente, algunas lágrimas ruedan por sus mejillas.

Medusa hace que Perseo baje su escudo. Lo mira directamente a los ojos.

Medusa: Lo que de verdad deseas es la eternidad de la piedra.

Perseo se convierte en roca. Medusa, riendo regresa a su guarida.

Medusa: ¡Qué arrogantes, qué débiles, son estos héroes de hoy en día!


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