MI AMIGO MUSTÉLIDO
Por
Francisco Güemes
A
Saltitos
No
estaba en mis planes tener un mustélido de mascota. Ya tenía varios
gatos, una tortuga y un loro. Fue Mariana, con esos ojazos, quien me
convenció de hacerme cargo de él.
Un
día, durante el receso de clases, Mariana se me acercó y me dijo
que quería platicar conmigo. Yo muy emocionado, le pedí que me
dijera qué era lo que pasaba. Haciendo uso de toda su coquetería,
me llevó a un rincón, y entonces, en el mayor de los misterios, me
hablo sobre un asunto muy serio que quería tratar conmigo.
Resulta
que su hermana mayor se acababa de casar y se iba a vivir a la casa
de suegros, por lo que no podía quedarse más tiempo con su singular
mascota: un mustélido. Mirándome con sus ojazos espléndidos,
Mariana me dijo, casi al borde de las lágrimas, que si yo no lo
adoptaba, iban a tener que sacrificarlo.
Por
un instante, me quedé mudo. Sabía muy bien que mi mamá no iba a
querer un animal más. Sobre todo después de que adoptamos a
Katiushka, una gatita muy peludita que encontramos toda mojada en un
charco en la esquina de mi calle. No obstante, Mariana volvió a
mirarme con sus ojazos color avellana, y a pesar de no estar del todo
convencido le dije que sí, que me haría cargo del mustélido.
Después
de algunos días difíciles, de enojos y negociaciones con mi mamá,
el sábado siguiente acompañé a Mariana para conocer al animalillo.
La casa de su hermana estaba bien lejos, hasta el extremo de la zona
norte, por lo que para llegar ahí tuve que cruzar casi toda la
ciudad.
Mi
primer encuentro con el mustélido no fue muy agradable. Me acerqué
a acariciar su pequeña nariz rosada y ¡Zaz!, me soltó una mordida
tremenda. En ese instante, cavilé que aún había tiempo para
echarme para atrás, sin embargo, bajo el hechizo de Mariana, mi boca
se selló.
Así,
después de cargar todos los implementos de mi nueva mascota en un
taxi: su jaula de tres pisos, su cobija, su hamaca, su bebedero e
incluso su shampoo, partí hacia mi casa.
A
los pocos días de que adopté al mustélido, mis esperanzas de andar
con Mariana se fueron al bote de la basura, ella comenzó a salir con
Andrés y entonces me convertí en padre soltero. No obstante, pese a
mis dudas iniciales, el animalillo y yo pronto nos hicimos excelentes
amigos.
Es
increíblemente divertido jugar con él, pasearlo por todas partes e
incluso bañarlo una vez al mes. Es una criatura súper simpática,
que siempre está saltando muy alegre por todos lados y hace un
extraño ruido que se oye como “dok, dok, dok”. Ya casi nunca me
muerde y hace mi vida muy feliz. Se llama Saltitos.
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